terça-feira, 7 de dezembro de 2010

AMORES FLORECIDOS EN LUNA

Yudith Diaz

En su andar por los rincones más insospechados de Venezuela, Quinto Santa Martha realizó varios oficios o “profesiones”, como el mismo decía. De San Juan de los Morros, pasó a vivir a Ceuta un pueblito antiguo y legendario sobre las aguas del Lago de Maracaibo en su costa oriental a unos 30 kms de Mene Grande. Su nombre se debe a la famosa ciudad española de Ceuta en la costa africana del Mediterráneo frente a Gibraltar. El pueblo se compone de palafitos. Sus casas se comunican por caminerías sobre estacas.

A este pueblito llegó Quinto Santa Martha a los 25 años, tras una mujerona cubana de 38 años llamada Celia, con unas nalgas y tetas prominentes, además de su manera de ser desinhibida y ducha en los placeres de la carne; satisfacía a su antojo los apetitos sexuales del joven. Arribaron a este pueblo el 28 de diciembre de 1937 en el apogeo de las fiestas de San Benito. Luego que disfrutaron por varios días de las parrandas y la euforia de los chimbagueles y del alcohol, decidieron quedarse en el pueblo en el palafito del viejo Severiano, quien tenía un expendio de ron y tabaco.

Celia y Quinto ayudaban al viejo Severiano en el negocio, y con eso pagaban la renta del cuarto donde vivían; todos los fines de semana los pobladores hacían parranda en el “Peje Azul”, así se llamaba la bodega, y de vez en cuando llegaba un gringo alto y rubio de la Creole, llamado Peter, a quien Celia atendía con esmero y que era por los dólares que traía, sin embargo Quinto no se creyó el cuento y comenzó sus reclamos y peleas motivadas por los celos.

A los 3 meses, sin pensarlo dos veces Celia se fue con el gringo a Cabimas y dejo a Quinto sumido en la mayor tristeza, pero Severiano lo aconsejó y le decía: “Joven, no sufra por esa gaviota, eso tenía que pasá, no es una mujer güena” y así convencido, se fue olvidando de la mujer, pues no era hombre de andar llorando mucho tiempo por faldas.

En esos tiempos llegó al dispensario del pueblo un médico de Maracaibo, un hombre simpático y buena gente llamado Poncio Galindo, quien comenzó a frecuentar el “Peje Azul” y conoció a Quinto, de quien se hizo amigo y descubrió que este tenía dotes de curandero, conocía cuanta hierba y raíz servían para curar diarreas, fiebres, asma, gripes, paludismo, abortivas, diuréticas, “picadas de culebra” y otros males. Fue así como Quinto se convirtió en enfermero y ayudante oficial del Dr. Galindo.

En una oportunidad el Dr. Galindo y su ayudante, visitaron un poblado en la Alta Goajira, que abarca la zona de la costa, desde Cojoro hasta Castilletes. Allí conviven las comunidades indígenas Wayuú, las cuales se encuentran muy dispersas. Esta zona se caracteriza por un clima muy seco, donde el viento y el sol quemante, torna el paisaje en irrealidad para el viajero, a veces parece que surgiera de repente una laguna de agua clarita, pero es el relente del sol que se refleja en la arena. Allí fue a parar Quinto en sus andanzas, aplicando vacunas a los niños y quinina para el paludismo que estaba matando a los indígenas de la región.

Un día, por curiosidad, le pregunté al viejo Quinto: ¿Tú hablas la lengua wayuu?, el viejo respondió, que entendía algunas palabras, pero que los wayuu hablaban castellano con los “arijunas”, que es como llaman a los blancos y el wayuunaiki (su idioma), lo utilizan para comunicarse con gente de su propia cultura. Así entendí, como el viejo no tenía problemas para comunicarse con los goajiros.

Me contaba Quinto que se ganó la confianza de Nicasio Guaviare, un goajiro muy respetado y temido en la zona, tenía 5 hijos de los cuales 3 eran hembras. Una de ellas Celina, se diferenciaba de sus hermanas por sus facciones finas y delicadas, se decía entre corrillos que no era hija de Nicasio, sin embargo era la preferida del goajiro.

Esta Majayura de 15 años, ya se estaba preparando para el matrimonio en la choza de “blanqueo”, aprendiendo las labores domesticas y el comportamiento de una mujer adulta. Dos días antes de entrar al encierro, se vieron por primera vez Quinto y Celina y sus miradas hablaron, un escalofrío recorrió la espina dorsal de Quinto, quien sintió el llamado de la carne como una llamarada mágica, igual le pasó a la guajirita y desde ese momento sin medir palabras, decidieron hacer realidad sus deseos. Sin embargo sabían que no sería fácil para ellos burlar la constante guardia de las tías maternas, que la cuidaban día y noche.

Celina Guaviare, tenía muchos pretendientes, pero Nicasio había escogido a un viejo goajiro llamado Gerbasio Polanco Uriana, como esposo de la joven, ya que este ofrecía como dote 50 animales: 15 bueyes, 20 vacas, 5 caballos y 10 chivos; además de muchos collares de coral y tuma que ofrecía a la madre de la majayura, ya estaban palabreados y convenido el matrimonio, sin contar con la opinión de Celina, quien lloraba en su encierro por la suerte que le tocaba, su único consuelo era soñar en que el “arijuna”, se la robara de la choza y la llevara muy lejos para disfrutar de sus amores.

Mientras tanto, Quinto cada día ganaba más terreno en la confianza del padre de Celina, quien sufría de hemorroides que le impedían hasta acostarse con sus mujeres, para lo cual Quinto le recetaba un emplasto de hierbas y ají chirel que el mismo preparaba, con lo cual logró sanar al goajiro. Una vez curado, el viejo goajiro se sintió feliz de volver a reanudar sus relaciones amorosas con sus mujeres, que para esa fecha eran cinco a su cargo. Se sintió tan agradecido de Quinto, que le propuso darle una de ellas como mujer, la que el escogiera. Las hizo pasear desnudas ante la mirada sorprendida del astuto joven, quien no atinaba a pronunciar palabra, al final se quedó con Yurana, una goajira fuerte y sensualota, que tendría a lo sumo 17 años.

Esa misma noche, Quinto se fue a su chinchorro, en la choza que le había dado el goajiro, un poco distante del resto de la ranchería y preparó una infusión anticonceptiva a base de ruda,
salvia y Ajenjo (hierbas que según me explicó, evitaban la preñez y que siempre tenía en su mochila, por si acaso); a media noche se apareció Yurana, vestida solo con su larga cabellera negra y lacia, que le cubría la parte delantera del pecho hasta el pubis y sin más se descubrió ante el sorprendido mozo, para preguntarle: “que te gusta”. El joven respondió azorado: “todo”, y a partir de allí cada noche retozaban hasta el amanecer. Pero, Quinto no olvidaba a la joven Majayura en el blanqueo y exprimía su pensamiento, imaginando como haría para verla.

Así estaban las cosas, cuando una noche, oteando alrededor de la choza de blanqueo, Quinto se dio cuenta de que la tía más vieja estaba tomando “chirrinchi”, bebida esta que la dormitaba hasta la mañana y la tía más joven se iba a un paraje cercano, a verse con un colombiano que había llegado en esos días a vender baraterías en el pueblo. Se le ocurrió a Quinto que esta podría ser su oportunidad y sin pensar dos veces, se coló prácticamente por la parte de atrás de la choza y allí encontró a Celina: preciosa en su encierro, con su manta goajira y sus ojos soñadores llenos de asombro, se trenzaron en un fuerte abrazo y un beso prolongado donde dejaron el alma, los enamorados se dieron a sus placeres por casi dos horas, hasta que la majayura le pidió a Quinto, que por favor se fuera que si los descubrían no quería pensar en lo que pasaría.

Desde ese momento, Quinto no quiso ver más a Yurana (la amante regalada), le dijo que se sentía enfermo, que necesitaba descanso y todas las noches después que todo el poblado se recogía a dormir, Quinto con mucho sigilo y los nervios en ristre, entraba al “santuario del blanqueo”, lugar que ningún goajiro conocía, allí los enamorados mezclaban sus dulzuras y tejían sus esperanzas, pero ambos sabían que no tenían mañana, que solo duraría el tiempo de blanqueo, que al salir de allí Celina Guaviare se iría con el viejo Gerbasio Polanco Uriana, quien la esperaba confiado.

Estos amores duraron 3 meses sin que nadie se diera cuenta, llegó el día de salida y la fecha convenida para el matrimonio, 23 de diciembre de 1938. Salió la majayura del encierro; linda como una imagen, blanca y suave su piel de luna, con su larga cabellera negra como velo de noche, con su boca sonrosada y sus ojos rasgados, tristes y con mirada perdida aceptó lo convenido. Quinto miraba desde lejos esfumarse sus esperanzas, cual espejismo del sol de esa tierra brava y difícil y decidió regresar con su pena al pueblo de Ceuta, no sin antes hablar con Celina por última vez. Aprovechó para ello la fiesta Patronal Nuestra Señora de los Remedios, el 20 de enero de 1939, allí se enteró que la majayura le daría un hijo y que le pondría por nombre si era varón Jimai, que significa “pequeño hombre” y si es hembra Akashia, que significa luna en wayunaiki.

El 10 de septiembre de 1939, nació Luna. Esto lo supo Quinto 2 años más tarde por boca de Kuma, un joven goajiro que se dio cuenta de los amores a escondidas de Celina y mantuvo el secreto a cambio del dinero que Celina le daba, el cual era sustraído hábilmente por la mujer del mapire de su esposo Gerbasio, cuando se emborrachaba.

Kuma quiso cobrarle el secreto también a Quinto, pero este con mucha habilidad se lo sacó de encima, diciéndole que le enviaría un espíritu maligno que lo llevaría por el “camino de la muerte” y como Quinto tenía fama de buen brujo, el indiecito no se atrevió a molestar mas a Celina.

En diciembre de 1941, casi por casualidad conoció Quinto a su hija Luna, una linda guajirita de apenas 2 años, idéntica a su madre, pero con problemas de salud desde su nacimiento y Celina con temor de que su hija muriera decidió consultar con el médico del pueblo Poncio Galindo; es así como Quinto conoció a Luna, y desde ese instante hizo todo lo posible por ayudarla a restablecer su salud, lo cual fue posible gracias a las medicinas de los “arijunas”. Sin embargo, Quinto se mantuvo alejado de Celina como si nunca la conoció, así lo hizo para protegerse de los celos del marido, ya que Quinto sabía que esto podía ser su fin. Aquí muere la esperanza de estos amores, consagrados y florecidos en Luna.

· Arijuna: hombre blanco en idioma Wayuú (wayunaiki)

· Blanqueo: Costumbre goajira que consiste en encerrar a la joven novia en una choza, custodiada por las tías maternas, quienes se encargan de prepararla para el matrimonio.

· Chirrinchi: Bebida de maíz fermentado

· Chimbangueles: Tambores parecidos a una batería (instrumentos musicales de percusión)

· Majayura: joven mujer goajira

· Mochila: Bolso de viaje, que se usa colgado al hombro

· Wayuú: indígenas de la Goajira venezolana y colombiana

· Mapire: Mochila de viaje

AMORES FLORECIDOS EN LUNA

Yudith Diaz


En su andar por los rincones más insospechados de Venezuela, Quinto Santa Martha realizó varios oficios o “profesiones”, como el mismo decía. De San Juan de los Morros, pasó a vivir a Ceuta un pueblito antiguo y legendario sobre las aguas del Lago de Maracaibo en su costa oriental a unos 30 kms de Mene Grande. Su nombre se debe a la famosa ciudad española de Ceuta en la costa africana del Mediterráneo frente a Gibraltar. El pueblo se compone de palafitos. Sus casas se comunican por caminerías sobre estacas.

A este pueblito llegó Quinto Santa Martha a los 25 años, tras una mujerona cubana de 38 años llamada Celia, con unas nalgas y tetas prominentes, además de su manera de ser desinhibida y ducha en los placeres de la carne; satisfacía a su antojo los apetitos sexuales del joven. Arribaron a este pueblo el 28 de diciembre de 1937 en el apogeo de las fiestas de San Benito. Luego que disfrutaron por varios días de las parrandas y la euforia de los chimbagueles y del alcohol, decidieron quedarse en el pueblo en el palafito del viejo Severiano, quien tenía un expendio de ron y tabaco.

Celia y Quinto ayudaban al viejo Severiano en el negocio, y con eso pagaban la renta del cuarto donde vivían; todos los fines de semana los pobladores hacían parranda en el “Peje Azul”, así se llamaba la bodega, y de vez en cuando llegaba un gringo alto y rubio de la Creole, llamado Peter, a quien Celia atendía con esmero y que era por los dólares que traía, sin embargo Quinto no se creyó el cuento y comenzó sus reclamos y peleas motivadas por los celos.

A los 3 meses, sin pensarlo dos veces Celia se fue con el gringo a Cabimas y dejo a Quinto sumido en la mayor tristeza, pero Severiano lo aconsejó y le decía: “Joven, no sufra por esa gaviota, eso tenía que pasá, no es una mujer güena” y así convencido, se fue olvidando de la mujer, pues no era hombre de andar llorando mucho tiempo por faldas.

En esos tiempos llegó al dispensario del pueblo un médico de Maracaibo, un hombre simpático y buena gente llamado Poncio Galindo, quien comenzó a frecuentar el “Peje Azul” y conoció a Quinto, de quien se hizo amigo y descubrió que este tenía dotes de curandero, conocía cuanta hierba y raíz servían para curar diarreas, fiebres, asma, gripes, paludismo, abortivas, diuréticas, “picadas de culebra” y otros males. Fue así como Quinto se convirtió en enfermero y ayudante oficial del Dr. Galindo.

En una oportunidad el Dr. Galindo y su ayudante, visitaron un poblado en la Alta Goajira, que abarca la zona de la costa, desde Cojoro hasta Castilletes. Allí conviven las comunidades indígenas Wayuú, las cuales se encuentran muy dispersas. Esta zona se caracteriza por un clima muy seco, donde el viento y el sol quemante, torna el paisaje en irrealidad para el viajero, a veces parece que surgiera de repente una laguna de agua clarita, pero es el relente del sol que se refleja en la arena. Allí fue a parar Quinto en sus andanzas, aplicando vacunas a los niños y quinina para el paludismo que estaba matando a los indígenas de la región.

Un día, por curiosidad, le pregunté al viejo Quinto: ¿Tú hablas la lengua wayuu?, el viejo respondió, que entendía algunas palabras, pero que los wayuu hablaban castellano con los “arijunas”, que es como llaman a los blancos y el wayuunaiki (su idioma), lo utilizan para comunicarse con gente de su propia cultura. Así entendí, como el viejo no tenía problemas para comunicarse con los goajiros.

Me contaba Quinto que se ganó la confianza de Nicasio Guaviare, un goajiro muy respetado y temido en la zona, tenía 5 hijos de los cuales 3 eran hembras. Una de ellas Celina, se diferenciaba de sus hermanas por sus facciones finas y delicadas, se decía entre corrillos que no era hija de Nicasio, sin embargo era la preferida del goajiro.

Esta Majayura de 15 años, ya se estaba preparando para el matrimonio en la choza de “blanqueo”, aprendiendo las labores domesticas y el comportamiento de una mujer adulta. Dos días antes de entrar al encierro, se vieron por primera vez Quinto y Celina y sus miradas hablaron, un escalofrío recorrió la espina dorsal de Quinto, quien sintió el llamado de la carne como una llamarada mágica, igual le pasó a la guajirita y desde ese momento sin medir palabras, decidieron hacer realidad sus deseos. Sin embargo sabían que no sería fácil para ellos burlar la constante guardia de las tías maternas, que la cuidaban día y noche.

Celina Guaviare, tenía muchos pretendientes, pero Nicasio había escogido a un viejo goajiro llamado Gerbasio Polanco Uriana, como esposo de la joven, ya que este ofrecía como dote 50 animales: 15 bueyes, 20 vacas, 5 caballos y 10 chivos; además de muchos collares de coral y tuma que ofrecía a la madre de la majayura, ya estaban palabreados y convenido el matrimonio, sin contar con la opinión de Celina, quien lloraba en su encierro por la suerte que le tocaba, su único consuelo era soñar en que el “arijuna”, se la robara de la choza y la llevara muy lejos para disfrutar de sus amores.

Mientras tanto, Quinto cada día ganaba más terreno en la confianza del padre de Celina, quien sufría de hemorroides que le impedían hasta acostarse con sus mujeres, para lo cual Quinto le recetaba un emplasto de hierbas y ají chirel que el mismo preparaba, con lo cual logró sanar al goajiro. Una vez curado, el viejo goajiro se sintió feliz de volver a reanudar sus relaciones amorosas con sus mujeres, que para esa fecha eran cinco a su cargo. Se sintió tan agradecido de Quinto, que le propuso darle una de ellas como mujer, la que el escogiera. Las hizo pasear desnudas ante la mirada sorprendida del astuto joven, quien no atinaba a pronunciar palabra, al final se quedó con Yurana, una goajira fuerte y sensualota, que tendría a lo sumo 17 años.

Esa misma noche, Quinto se fue a su chinchorro, en la choza que le había dado el goajiro, un poco distante del resto de la ranchería y preparó una infusión anticonceptiva a base de ruda,
salvia y Ajenjo (hierbas que según me explicó, evitaban la preñez y que siempre tenía en su mochila, por si acaso); a media noche se apareció Yurana, vestida solo con su larga cabellera negra y lacia, que le cubría la parte delantera del pecho hasta el pubis y sin más se descubrió ante el sorprendido mozo, para preguntarle: “que te gusta”. El joven respondió azorado: “todo”, y a partir de allí cada noche retozaban hasta el amanecer. Pero, Quinto no olvidaba a la joven Majayura en el blanqueo y exprimía su pensamiento, imaginando como haría para verla.

Así estaban las cosas, cuando una noche, oteando alrededor de la choza de blanqueo, Quinto se dio cuenta de que la tía más vieja estaba tomando “chirrinchi”, bebida esta que la dormitaba hasta la mañana y la tía más joven se iba a un paraje cercano, a verse con un colombiano que había llegado en esos días a vender baraterías en el pueblo. Se le ocurrió a Quinto que esta podría ser su oportunidad y sin pensar dos veces, se coló prácticamente por la parte de atrás de la choza y allí encontró a Celina: preciosa en su encierro, con su manta goajira y sus ojos soñadores llenos de asombro, se trenzaron en un fuerte abrazo y un beso prolongado donde dejaron el alma, los enamorados se dieron a sus placeres por casi dos horas, hasta que la majayura le pidió a Quinto, que por favor se fuera que si los descubrían no quería pensar en lo que pasaría.

Desde ese momento, Quinto no quiso ver más a Yurana (la amante regalada), le dijo que se sentía enfermo, que necesitaba descanso y todas las noches después que todo el poblado se recogía a dormir, Quinto con mucho sigilo y los nervios en ristre, entraba al “santuario del blanqueo”, lugar que ningún goajiro conocía, allí los enamorados mezclaban sus dulzuras y tejían sus esperanzas, pero ambos sabían que no tenían mañana, que solo duraría el tiempo de blanqueo, que al salir de allí Celina Guaviare se iría con el viejo Gerbasio Polanco Uriana, quien la esperaba confiado.

Estos amores duraron 3 meses sin que nadie se diera cuenta, llegó el día de salida y la fecha convenida para el matrimonio, 23 de diciembre de 1938. Salió la majayura del encierro; linda como una imagen, blanca y suave su piel de luna, con su larga cabellera negra como velo de noche, con su boca sonrosada y sus ojos rasgados, tristes y con mirada perdida aceptó lo convenido. Quinto miraba desde lejos esfumarse sus esperanzas, cual espejismo del sol de esa tierra brava y difícil y decidió regresar con su pena al pueblo de Ceuta, no sin antes hablar con Celina por última vez. Aprovechó para ello la fiesta Patronal Nuestra Señora de los Remedios, el 20 de enero de 1939, allí se enteró que la majayura le daría un hijo y que le pondría por nombre si era varón Jimai, que significa “pequeño hombre” y si es hembra Akashia, que significa luna en wayunaiki.

El 10 de septiembre de 1939, nació Luna. Esto lo supo Quinto 2 años más tarde por boca de Kuma, un joven goajiro que se dio cuenta de los amores a escondidas de Celina y mantuvo el secreto a cambio del dinero que Celina le daba, el cual era sustraído hábilmente por la mujer del mapire de su esposo Gerbasio, cuando se emborrachaba.

Kuma quiso cobrarle el secreto también a Quinto, pero este con mucha habilidad se lo sacó de encima, diciéndole que le enviaría un espíritu maligno que lo llevaría por el “camino de la muerte” y como Quinto tenía fama de buen brujo, el indiecito no se atrevió a molestar mas a Celina.

En diciembre de 1941, casi por casualidad conoció Quinto a su hija Luna, una linda guajirita de apenas 2 años, idéntica a su madre, pero con problemas de salud desde su nacimiento y Celina con temor de que su hija muriera decidió consultar con el médico del pueblo Poncio Galindo; es así como Quinto conoció a Luna, y desde ese instante hizo todo lo posible por ayudarla a restablecer su salud, lo cual fue posible gracias a las medicinas de los “arijunas”. Sin embargo, Quinto se mantuvo alejado de Celina como si nunca la conoció, así lo hizo para protegerse de los celos del marido, ya que Quinto sabía que esto podía ser su fin. Aquí muere la esperanza de estos amores, consagrados y florecidos en Luna.

· Arijuna: hombre blanco en idioma Wayuú (wayunaiki)

· Blanqueo: Costumbre goajira que consiste en encerrar a la joven novia en una choza, custodiada por las tías maternas, quienes se encargan de prepararla para el matrimonio.

· Chirrinchi: Bebida de maíz fermentado

· Chimbangueles: Tambores parecidos a una batería (instrumentos musicales de percusión)

· Majayura: joven mujer goajira

· Mochila: Bolso de viaje, que se usa colgado al hombro

· Wayuú: indígenas de la Goajira venezolana y colombiana

· Mapire: Mochila de viaje

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